Por: Pamy Rojas
Un milagro de la naturaleza se materializó ante mis ojos cuando tuve la fascinante experiencia de observar a un tinglar, la tortuga marina más grande del planeta, desovar. Tuve acceso a un área restringida en la costa de Luquillo donde pude presenciar tan maravilloso espectáculo protagonizado por un enorme tinglar. Eran casi las dos de la madrugada cuando el biólogo, del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, divisó a la tortuga saliendo del mar.
Con toda su calma, el tinglar comenzó a salir del agua. El biólogo mantenía al grupo de espectadores a cierta distancia, para no estorbar el proceso. Desde donde me había acomodado, y con la Luna como única iluminación, pude observar los movimientos lentos y pesados de la gigantesca tortuga hacia un lugar bastante alejado del océano.

La tortuga hizo el hueco con las extremidades traseras. Foto: Suministrada
El desove
Allí, lejos de las olas, el reptil comenzó el proceso de hacer un nido en la arena. Con las aletas delanteras, la tortuga acomodaba la arena debajo de su cuerpo. Luego con las traseras, el tinglar sacaba arena poco a poco y la iba depositando a los lados. Fue impresionante ver como las extremidades traseras tomaban una forman cóncava que le permitió a la tortuga hacer el hueco donde depositaría posteriormente sus huevos.
Yo continuaba enfocada en este espectáculo de la naturaleza que recibía como un gran regalo, ya casi sin aliento, por el asombro que me embargaba. Todos estábamos mudos…nos habíamos integrado a un ritual hermoso. Lo único que se sentía en el ambiente era un gran respeto y veneración por la Madre Tierra, por esa tortuga convirtiéndose en madre…
Fue impresionante ver cómo esta especie, de casi seis pies de largo y que puede pesar hasta mil libras, se movía lentamente, a su propio ritmo, acompañada por el silencio que conquistaba en el ambiente. Sentía una emoción extrema y a la vez mucha impaciencia por ver el resultado el proceso. Sin embargo, el tinglar se movía sin prisa, suavemente, como en un éxtasis sublime y profundo.

El tinglar puede desovar hasta cien huevos. Foto: Suministrada
Las lágrimas
Una vez terminado el nido, la tortuga comenzó a desovar. Como en cámara lenta, el tinglar dejó caer cada uno de ellos, primero uno, luego dos, después uno nuevamente, hasta llegar a casi cien huevos. Mientras la tortuga ponía los huevos, las lágrimas se deslizaban por sus ojos. El biólogo explicó que es para mantener los ojos húmedos y sin arena. Pero desde mi punto de vista, más maternal, pienso que la tortuga está sufriendo el dolor de un parto, como todas las madres.

Mientras la tortuga ponía los huevos, las lágrimas se deslizaban por sus ojos. Foto: Suministrada
El camuflaje
Cuando la hembra terminó de poner todos los huevos, los cubrió con arena. Poco a poco, de la misma manera que hizo el nido, llenó el hueco con toda su calma. El nido está completamente tapado, pero la tortuga como madre al fin, tiene que proteger a sus crías. Por eso, trata de disimular el área donde está el nido. Lanzando arena alrededor del refugio con sus aletas y borrando las huellas con su cuerpo, el tinglar logra, ante nuestros ojos de asombro, eliminar completamente cualquier marca en la arena que pueda revelar el lugar donde están los huevos. Luego, con la misma lentitud con la que salió de la playa, el majestuoso tinglar regresa al agua, para repetir el proceso en las próximas semanas.

Después del desove la tortuga trata de cubrir el área. Foto: Suministrada
Mil huevos en una sola temporada
Durante el período de reproducción, la hembra puede anidar cada dos semanas logrando hacer de tres a ocho nidos. Esto le permite poner hasta mil huevos en una sola temporada, pero el tinglar no anida todos los años, por lo general desova cada dos o cuatro años.
Esta especie, que ha vivido en el planeta Tierra por millones de años, permanece toda su vida en el océano, se puede encontrar cruzando el Océano Atlántico, Pacifico o Índico. La tortuga marina anida en las costas de Puerto Rico desde marzo hasta agosto, ya que migra al trópico durante la temporada de reproducción. Se puede observar en algunas playas del oeste, norte y este de Puerto Rico. También anida en las Islas Vírgenes. Se cree que las hembras hacen sus nidos en la misma playa donde nacieron.

Esta tortuga marina anida en las costas de Puerto Rico durante los meses de verano. Foto: Pamy Rojas
En peligro de extinción
Todas las tortugas marinas están protegidas por leyes federales y del gobierno de Puerto Rico, esta especie no es una excepción. En el 1970, el tinglar fue incluido en la lista de especies en peligro de extinción. Lo que significa que cualquier persona que le haga daño o atrape a una tortuga será reprendido según las leyes federales lo establezcan, con multas o hasta la cárcel.
Proteger al tinglar es responsabilidad de todo buen ciudadano. Es importante notificar a las autoridades si se sabe de alguna persona que venda o distribuya cualquier parte de esta especie tortuga. De la misma manera, si se nota algún nido en la playa y no está debidamente marcado para su protección se le debe notificar al Departamento de Recursos Naturales.
Lee más sobre Luquillo en la sección de artículos.
PRACTICAS DE TURISMO CONSCIENTE:
1. Aprender sobre la importancia del tinglar y su conservación.
2. Vivir una experiencia que cambió mi vida.
3. Desarrollar mayor consciencia ambiental.
4. Disfrutar de la experiencia sin ensuciar los alrededores, ni estorbar el proceso de la especie.