Por: Pamy Rojas
A quienes nos apasiona explorar, sabemos que preferimos viajar antes que acumular riquezas materiales, todo para absorber experiencias enriquecedoras que nos harán nutrir el alma (como bien diría Mario, ya les contaré quien es) y mantener viva nuestra habilidad para sorprendernos. El desierto de Paracas, en la costa sur de Perú, fue para mi todo eso y un tanto más…

Cerca del lugar donde estábamos, la fuerza aérea peruana practica paracaidismo. Tuvimos la suerte de que cuando empezamos nuestro recorrido vimos a varios paracaidistas lanzarse de un avión. Foto: Javier Vélez Arocho
Momentos que alimentan
«Viajar es necesario para alimentar el alma«, nos comentaría después nuestro guía al desierto, Mario Vera, en la conversada. Nos sentaríamos, en el medio de la nada, y hablaríamos de eso que nos hace explorar y descubrir. Como escenario de este diálogo, la puesta del sol entre interminables dunas, la vastedad que la mirada no alcanza y la belleza simple del momento, fue una experiencia digna de contar.

Paracas está localizada en la provincia de Pisco, dentro del departamento de Ica. Foto: Pamy Rojas
Adrenarena
A las cinco de la tarde salimos para Adrenarena, el operador de los boggies (areneros) que nos llevaría a una experiencia de contrastes: romance y reflexión en la tranquilidad con una dosis de adrenalina y excitación en el recorrido. Montarme en aquel vehículo para correr el desierto a toda velocidad nunca me llamó la atención, primero porque pienso en el daño ambiental que sufrirían las dunas y segundo por la cuestionable seguridad de los deportes extremos. Yo solo quería un momento romántico con mi esposo observando el atardecer. No obstante, a todos los que pregunté sobre ver la puesta del sol en el desierto me decían: «Señorita, la única forma de llegar al lugar es en los areneros«. A pesar de que agradecí la gentileza de que me llamaran señorita, mi inquietud era latente. En mi niñez había perdido un diente corriendo un carrito motorizado (go-cart), no era necesario, a mi edad, perder otro.

La velocidad del arenero depende del gusto del cliente. Foto: Mario Vera
Las dunas y el arenero
Sin embargo, no había opción, tendríamos que llegar a nuestro destino en un arenero. Primeramente me cercioré de que el operador fuese consciente con el medio ambiente. Me confirmaron que el uso limitado de los vehículos no afectaba las dunas, ya que luego el viento se encargaría de restablecerlas; en más de mil cuerdas de terreno hay pocos vehículos en una ruta pre establecida. Además, no existe en el área ningún tipo de vegetación que se pueda afectar. Con la primera preocupación aliviada, pasé a la segunda: la seguridad.

Mario fue chofer, guía, fotógrafo y también se convirtió en nuestro amigo. Foto: Javier Vélez Arocho
Mario y su experiencia
El operador de los boggies de Adrenarena es una persona con más de quince años de experiencia en estos menesteres, además un señor maduro, conocedor y muy inteligente. Su lema, complacer al cliente. Así que, los niveles de velocidad son para todo tipo de gustos. Llegamos a Adrenarena y ya nos esperaban con el boogie listo y las gafas protectoras. Nos explicaron un poco sobre el recorrido y comenzó nuestra aventura. Mario fue sumamente atento a mis reclamos por mi aversión a la velocidad y todo lo extremo. Nuestro chofer y guía, quien luego fue un excelente anfitrión y experimentado fotógrafo, nos llevó a profundizar en el desierto y con el desierto.

Paracas es una traducción de la palabra quechua Paraaco que significa lluvia de arena. Foto: Javier Vélez Arocho
La seducción del silencio
Subimos y bajamos, las apacibles montañas de arena, a una velocidad que me complacía totalmente. Luego de un poco de adrenalina (controlada, por supuesto), Mario detuvo el arenero en un lugar donde todo lo que se veía eran dunas, solo eso, extensiones y más extensiones de montañas color crema. Un espacio inmenso repleto de una belleza vasta… Las ondulantes marcas del viento en la arena… La línea de un horizonte inaccesible… El reposo en el silencio… ¡Me sedujo la retumbante paz!

En 1820, el general José de San Martín desembarcó por Paracas con su Expedición Libertadora del Perú. Foto: Mario Vera
Sesión fotográfica
Entonces, nuestro guía se convirtió en fotógrafo. Mi esposo y yo subimos las dunas de la mano, me acosté sobre la arena a su lado, brincamos de emoción y por supuesto, ¡nos besamos! Nuestros labios compartieron la energía de aquel momento. Un instante para guardar en la memoria, esa que almacena solo lo intenso.

Las ondulantes marcas del viento en la arena, belleza simple. Foto: Mario Vera
¡Guau!
Luego de la sesión fotográfica partimos nuevamente en el arenero para llegar hasta el área donde contemplaríamos la puesta del sol. Otra vez alimenté mi capacidad para sorprenderme. ¡Guau! Un cobertizo de paja, una mesa rústica con dos pequeños bancos, cojines sobre la alfombra y velas dentro de un quinqué… Un marco más que romántico en el medio de la nada, que a la vez era todo.

Champán, quesos y chocolates en un entorno espectacular. Foto: Javier Vélez Arocho
¿Te casarías otra vez conmigo?
Estaba tan extasiada de amor como el día de nuestra boda. ¡Hasta tuvimos una sesión de fotos! Mario nos guió de frente al sol para unas imágenes espectaculares. Allí, mi esposo, como el día en que nos comprometimos, me pidió matrimonio. Nos sentamos entonces bajo el cobertizo de paja a dialogar sobre aquel momento y tantos vividos.
Mario se ocupaba de que las copas de champán estuvieran llenas y con él hablamos de los bellos contrastes de Perú, de los misterios de las líneas de Nazca y del placer de descubrir nuevos entornos.

Las palabras de mi esposo: Gracias… Te amo… Foto: Mario Vera
Absorta ante lo majestuoso
El atardecer me dejó absorta. Un horizonte grandioso de arena en contraste con el cielo de nubes rosadas y violetas me confirmaban, una vez más, la majestuosidad de nuestra Madre Tierra. La noche hacía su entrada y el frío se fue adueñando de mi piel. Mi esposo me calentó con su abrazo.

Los colores del atardecer me afirmaron la grandeza de la Tierra. Foto: Javier Vélez Arocho
Alimento en el desierto
Salimos entonces de las dunas hacia el establecimiento del operador. Todavía fascinada por lo vivido, agradecí a nuestro nuevo amigo, Mario, la experiencia trascendental. Entonces, mi esposo y yo regresamos al hotel. El recorrido por el desierto nutrió mi alma, sí… También aumentó mi sed de piel, de encuentro.

Tocamos el cielo, literalmente. Foto: Mario Vera
Prácticas de turismo consciente:
1. Minimizar al máximo los riesgos en la práctica de deportes extremos.
2. Fomentar solo las actividades que no hagan daño al ambiente.
3. Contemplar las bellezas del planeta y alimentar la capacidad de asombro.
4. Disfrutar de los espacios naturales sin dejar basura.

Nuestras sombras en la inmensidad del desierto. Foto: Mario Vera
Lugares de interés y excursiones:
Adrenarena
Mario Vera Corrales
marvercor@yahoo.com

Además del desierto y otros ecosistemas, como el de la Islas Ballestas, en Paracas también existen restos arqueológicos de la cultura Paracas. Foto: Mario Vera
Hospederías: