Cómo evitar la contaminación marina al viajar

Se debe evitar la contaminación marina al viajar

Cómo evitar la contaminación marina al viajar

Al igual que todos los caminos conducen a Roma, toda la basura llega al mar. Cuando viajo hago todo lo que puedo por evitar la contaminación marina. No importa a donde vaya –a Perú, a Suiza, a Italia– o me quede en Puerto Rico, el problema de la contaminación marina se puede encontrar en cualquier océano. Claro que sé que los mares no están divididos por una verja submarina, ah y que tampoco la tierra es plana. Pero entiendo también que aunque es mejor señalar con el dedo, el problema de la basura no depende únicamente del gobierno ni de las empresas multimillonarias; cada uno de nosotros puede hacer algo.


Aquí te muestro 7 cosas que practico cuando viajo para contaminar menos los océanos.


La basura del río Rimac llega a contaminar el mar
Lima, Perú / Foto: Pamy Rojas

Llevo mi bolsa de tela aunque sea un rollo adicional en la mochila

Cuando fui a Lima hace algunos años vi ambas orillas del río Rimac arropadas por bolsas plásticas de todo tipo y color: de rayas azules y blancas, las negras completas y había hasta de color verde. Recordé el video que me llegó al muro de Facebook de la ballena –a orillas de la isla Harris en Escocia– con un surtido de redes de pesca, vasos y muchísimas bolsas en el estómago. Me imaginé al animal estreñido, lo visualicé pujando para botar toda esa basura que tenía en el estómago. Deseé que alguien la pudiera salvar pero ya estaba muerta debido a la contaminación del mar. En mi próximo viaje saqué un par de medias de la maleta –siempre podía lavarlas a mano– y metí la bolsa de tela para evitar usar las plásticas mientras viajo. También eché otra en el bulto de la cámara por si acaso.


¿En qué otros países has notado la contaminación del mar?


En Appenzeller hay poca contaminación del agua
Appenzeller, Suiza / Foto: Pamy Rojas

La botella de agua reusable es una extensión de mi mano

Así como nunca suelto mi cámara, llevé conmigo una botella de agua reusable cuando viajé a Suiza hace par de años. Así podía llenarla en cualquier fuente de Apenzeller, Lucerne o Berna y, de ese modo, reducir la cantidad de botellas descartables que acaban en el mar: para el 2050 habrá más basura que peces en el océano. Además, me enteré de que todo el plástico que hay en el mar contribuye al calentamiento global –cuando se descompone emite gases contaminantes–. Ahora voy con la botella reusable siempre que viajo. A veces se me olvida vaciarla antes de entrar al área de inspección del aeropuerto y tengo que salir nuevamente a botar el agua pero igual vale la pena. Prefiero pasar ese trabajo antes de seguir propagando la contaminación marina.


Las botellas plásticas infectan el mar.


Estos muchachos recogen plástico en la playa de Positano para evitar la contaminación marina
Positano, Italia /Foto: Pamy Rojas

Bebo directo del vaso, no necesito pajilla, de verdad

Cuando fui a Positano bebí de un popote en el restaurante donde comí el mejor plato de pasta. Quizás fue la costumbre, tal vez fue porque pensé que era más higiénico –quizás porque mi abuela siempre limpiaba con la servilleta el borde de los vasos antes de beber–. Cualquiera que sea la razón, ahora estoy más consciente: la tarde en que vi por internet la foto de una tortuga con la caña incrustada por el roto de la nariz aguanté la respiración y hasta tuve que toser. Ahora cuando ordeno una bebida le pido al mesero que no traiga pajillas plásticas –si es una opción podría usar las de papel o de pasta– pero en ese viaje a Italia me quedé con una sensación extraña en la nariz. La contaminación marina está acabando con las tortugas, ballenas y las aves acuáticas, por decir solo algunos.


Para el 2050 la contaminación marina será mayor que la cantidad de peces en el mar.


En la playa Puerto Nuevo hay desbordes que contaminan la vida marina
Vega Baja, Puerto Rico / Foto: Pamy Rojas

Reporto cualquier desborde de alcantarillado, más que por la peste…

Lo sentí mientras estaba admirando los árboles que daban sombra a la carretera de solo dos carriles que transitaba para llegar a la playa Puerto Nuevo, aquí en Puerto Rico. Le pregunté a mi amiga si necesitaba ir al baño. Ella me dijo que no, que no se había tirado un pedo. Bajé el cristal del auto y el olor aumentó. Entonces vi el agua que salía por una alcantarilla desbordada. Busqué en Google el número de teléfono de emergencias ambientales para reportar esa avería. No me contestaron, era domingo. Decidí que entonces no me iba a meter en la playa donde llegarían esas aguas negras a contaminar la playa.


Para evitar la polución del mar es necesario prevenir los desbordes de las alcantarillas.


La caca de los gatos llega hasta el mar y lo contamina
Roma, Italia / Foto: Javier Vélez Arocho

Limpié la caca de los gatos, en serio

Iba de camino al teatro Marcello y primero me dio el olor y luego la vi, justo antes de pisarla. Allí en la acera había caca de uno de los tantos gatos que vive en Roma. Saqué una de esas servilletas que siempre llevo en el bulto –por si acaso soy yo quien tiene que ir al baño– y la recogí. Para mi es algo lógico hacer algo así porque sé que la lluvia va a arrastrar esos desperdicios al río Tíber y de allí llegará al mar. Además, me gustaría seguir comiendo pescado en Italia sin pensar cuánta de esa contaminación marina está llegando a los océanos del mundo entero.


Al recoger la caca de tu mascota evitas que se contamine el agua.


En Zurich el agua es muy limpia y no está contaminada
Zurich, Suiza / Foto: Pamy Rojas

Recojo las colillas de cigarrillo, los peces no fuman

Antes de viajar a Suiza sabía que el agua de los lagos de allí era tan limpia que hasta se podía beber. A pesar de eso –y de que la primera impresión que me dio era que las calles estaban más limpias que la Inmaculada Concepción– noté que en algunos lugares de Zurich había muchas colillas de cigarrillo regadas por el suelo, restándole puntos a uno de los países más limpios del planeta. Pensé que para que el dato del lago fuera real tendrían que limparlas antes de que las lluvia las arrastrara al agua. Me convencí de que eso sucedería pero igual recogí unas cuantas, y borré de mi mente la imagen del pez con la colilla en la boca y hasta un sombrero de lado. Quizá ese mismo pescado yo me lo comería luego con todo y nicotina, arsénico y plomo. La contaminación del mar en el plato de comida.


La contaminación de los ríos y lagos eventualmente llegará hasta el mar.


En Piñones también ensucian la playa causando la contaminación marina
Playas de Puerto Rico / Foto: Pamy Rojas

Pido solo la fritura que me voy a comer

Andaba con mi pareja por Piñones probando todo tipo de frituras puertorriqueñas para almorzar. Pedí una alcapurria de carne, un bacalaito, un pionono y un relleno de papa. A pesar de que compartí la comida, no pude terminarla. Allí en el contenedor de basura –no en el que fríen la comida– dejé más de una servilleta embarrada de grasa, los restos de amarillo del pionono y la mitad de la alcapurria. Me dio pena dejar las sobras porque sabía que pararían a un vertedero. Quizás a uno de esos que hay en Puerto Rico que todavía no tienen protección contra los lixiviados –ese líquido tóxico que sale de los residuos y si no se recoge adecuadamente llega al mar y contamina el agua–. Esa noche para cenar solo pedí un mofongo relleno y me lo comí todo.


La contaminación del mar es un problema global. Solo me queda preguntar, ¿comes pescado?


Pamy Rojas

 

 

 

Me apasiona escribir sobre mis viajes, el mar, el campo y las especies de plantas y animales; de esos que quedan pocos. Escribo tanto para niños como para adultos. Crear historias para los más pequeños me recuerda a mi niñez; cuando me tiraba en yagua por los montes de la finca de mi abuelo. Escribir para adultos me hace crecer como ser humano, al intentar experimentar lo mismo que mis personajes sienten y así plasmarlo en palabras.

Una vez me di cuenta de que quería inventar mi propio mundo a través de las letras, hice una Maestría en Comunicación con especialidad en Redacción para los Medios de la Universidad Sagrado Corazón y un Certificado Post Bachillerato en Creación Literaria de la misma universidad. Para poder contarle historias a los más pequeños completé una certificación en Escritura para niños y adolescentes del Instituto de Literatura Infantil de Connecticut.

En el 2009 fundé, junto a mis esposo, una compañía de asesoría ambiental que ahora lleva el nombre de Diatom Environmental Services. Con la publicación del libro ¡Achú, achú, Pirulo! en 2016, se creó formalmente el programa de Educación Ambiental: Cuentos Verdes, el cual fomenta la creatividad, la lectura y la escritura de la naturaleza.

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